El pasado 16 de julio, la Comisión Europea presentó sus propuestas relativas al nuevo Marco Financiero Plurianual (MFP) para el periodo 2028-2034 así como el paquete normativo que habilita su desarrollo. Desde entonces, el debate está servido… ¿es un presupuesto para una Europa más fuerte? ¿sirve como pegamento para garantizar la unidad de una Europa cada vez más fracturada a nivel territorial?
El MFP vehicula las prioridades europeas a largo plazo, sirviendo como instrumento para desplegar la política que más Europa ha construido y que fundamenta, sin lugar a dudas, su propia existencia; la política de cohesión ha vertebrado territorios financiando infraestructuras básicas y ha apoyado el desarrollo económico incentivando la actividad empresarial a través del apoyo de las estrategias de especialización inteligente, por ejemplo. La propuesta actual abandona las raíces más profundas del proyecto europeo y migra hacia dos conceptos claves y necesarios, competitividad y autonomía estratégica, pero dinamita las raíces de Europa al contraponerlos con la convergencia territorial.
Más allá del concepto, de las dudas, o de las lizas entre prioridades políticas que no se cuestionan (la reorganización de los fondos responde a las necesidades de un mundo cambiante), el nuevo esquema propuesto por la Comisión Europea ataca la dimensión territorial del proyecto europeo al apostar por una renacionalización de la política de cohesión, una centralización de los programas de financiación que pasarán a estar definidos y orquestados por los Estados, abandonando el enfoque basado en el lugar, para proponer un esquema de gestión y ejecución guiado por el desempeño, de modo similar al ofrecido por el Mecanismo de Recuperación y Resiliencia. Éste, sin perjuicio de las bondades que el concepto de trabajo por objetivos pueda ofrecer, ha demostrado ser ineficiente para abordar los retos territoriales al no disponer de un enfoque debidamente contrastado desde la escala adecuada, la regional.
La nueva propuesta, no prevé cantidades preasigandas para las entidades subnacionales, más allá de los territorios menos desarrollados, considerados un todo que debe beneficiarse de un mínimo, tampoco diferencia ámbitos de actuación actualmente segmentados: el pilar europeo de derechos sociales se implementa a través del Fondo Social Europeo+ (FSE+), las prioridades de transición verde y ambición climática o la competitividad, desde el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER), el desarrollo rural a través del Fondo Europeo de Desarrollo Rural (FEADER), y las necesidades del sector acuícola y pesquero desde el Fondo Europeo Marítimo, Pesquero y para la Acuicultura (FEMPA). En el próximo periodo 2028-2034 todos convergen en un sobre nacional, sin previsiones territoriales y con una capacidad de influencia aparentemente limitada, la competencia entre territorios entra en juego agravando y perpetuando los desequilibrios… simplificación sí, sin duda, pero no disfrazada de centralización. Con este planteamiento, ¿podrá Asturias seguir apostando por el despliegue de servicios públicos esenciales en todo el territorio?, ¿resultará viable diseñar ayudas adaptadas a las necesidades de nuestro tejido productivo?, ¿la gestión de las medidas de apoyo permanecerá en un ámbito cercano al beneficiario?…
La demanda actual por parte de las regiones europeas, en una suerte de órdago, recoge una partida específica, dentro del presupuesto a largo plazo de la Unión Europea, dedicada a la cohesión, la aplicación del método de Berlín como mínimo de seguridad para proponer una asignación tentativa de recursos para cada territorio europeo, la previsión de presupuesto específico para cada categoría de región y el respeto absoluto a los principios de asociación y subsidiariedad garantizando el rol estratégico de las regiones en el proceso de programación e implementación de la financiación europea.
Así, ¿es legítimo apostar por competitividad y autonomía a costa de abandonar la cohesión? La duda razonable es si resulta inteligente disociarlos, porque ¿puede la Unión Europea avanzar hacia esos objetivos dejando atrás a las regiones? ¿puede el proyecto europeo sobrevivir alentando la geografía del descontento? El debate está servido… por el momento, ante el rechazo unánime del ecosistema europeo a su propuesta inicial, la propia Comisión ha enmendando su texto para incorporar, por ejemplo, un “regional check” que garantice el rol de las regiones; concesiones descafeinadas que permiten, al menos, desbloquear unas negociaciones que ya se adivinaban tensas.



